Hace un par de días escribí sobre algunos de los libros que marcaron mi niñez y adolescencia. Pero escribir sobre los libros que han cambiado mi vida después de esa época no es fácil. Gabriel García Márquez se convirtió en uno de mis autores favoritos en la preparatoria cuando leí “Doce cuentos peregrinos”.
En la vocacional tuve un profesor del área de letras con un nombre muy peculiar (trataré de recordarlo en lo que termino de escribir este post) que creó una biblioteca circulante. Aunque para ese entonces yo ya había leído varios títulos (no sé si muchos o pocos), el hecho de que cada estudiante contribuyera con un libro a la biblioteca e intentar leer todos los libros que se habían juntado durante el semestre reafirmó mi amor por la lectura.
Después de leer la antología de cuentos de García Márquez leí tantos libros de él como pude encontrar en la biblioteca de la escuela. El que todos recomendaban, por supuesto, era “Cien años de soledad”. Aunque sin duda es una obra maestra del escritor, mientras más libros fui leyendo de él, más me gustaron otros títulos como “Crónica de una muerte anunciada”, “Los funerales de la mamá grande” y “El otoño del patriarca”. Algunos de estos libros los leí ya entrado en mis 20 y los recuerdo como mucha nostalgia.
Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida fue mudarme a Estados Unidos a la edad de 20 años. Mientras vivía en el estado de Ohio, conocí a una persona que siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Darrin, quien no solamente se convirtió en uno de mis mejores amigos pero que también era un lector ávido de ficción me introdujo a un mundo totalmente nuevo de la literatura.
Fue en esa época que leí “El Hobbit” y “El señor de los anillos”. Me adentré al mundo de los vampiros y las brujas de Anne Rice y la fantasía urbana y ficción mítica de Charles de Lint. Durante esos años que estuve muy cercano a Darrin mi interés se centró en esos géneros de la literatura. Él también me introdujo a la novela histórica americana. Unos cuantos años después, cuando comencé a interesarme en la política e historia de mi país adoptivo mi interés se amplió a más novelas históricas, libros de historia y de opinión política y religiosa.
Los libros que influyeron más mi forma de ver ese país fueron “1491” de Charles C. Mann, “Letter to a Christian Nation” de Sam Harris, y “The God Delusion” de Richard Dawkins. Fue en este periodo de mi vida que me convertí en ateo.
Aún tenía mucho enojo reprimido hacia mis padres y su religión. Al darme cuenta de que todas las creencias que trataron de inculcarme de niño se basaban en una adoctrinamiento provienente de la cultura, educación e historia estadounidense, volqué todo ese dolor, enojo y frustración en contra de cualquier cosa que tuviera que ver con la religión, la Biblia y la creencia en dios.
Me volví partidario de la corriente liberal estadounidense y me identifiqué con los ideales de los demócratas progresistas como el derecho al aborto, impuestos más altos a los ricos, igualdad de género, derechos a los homosexuales y leyes migratorias más abiertas y humanas.
Muchos de esos ideales aún forman parte de mi sistema de valores, pero la pasión y radicalismo con los que los defendía se han ido diluyendo. Creo que he madurado y ahora veo el mundo de diferente forma gracias, en gran parte, a otro tipo de libros que después leí y que también me han cambiado la vida. De ellos escribiré en una tercera parte.
BHB