Los libros que cambiaron mi vida – Pt 1

Quiero creer que todos los libros que he leído han dejado algo en mí. Que sus palabras, aunque sea unas pocas, son parte de los bloques que forman mi personalidad y mi manera de ver el mundo. Pero quizá no es así. Hay muchos libros, especialmente de fantasía, de los que no tengo memoria. Hay incluso algunas series (y hasta algunos libros) que no terminé porque la historia no me atrapó, o porque se me hicieron repetitivos, pretensiosos o incomprensibles.

Hay libros que he leído varias veces, y algunos que me gustaría volver a leer, pero que ya no he regresado a ellos por falta de tiempo y porque mi lista de libros por leer sigue creciendo con el pasar de los meses.

Y hay libros que han cambiado la forma en que veo el mundo, a la gente a mi alrededor y a mí mismo. Estos libros me han ayudado a crecer, otros han crecido conmigo y otros me han salvado la vida.

Ayer escribí sobre El bolso amarillo de Lygia Bojunga, que fue el primer libro de ficción que leí en mi vida y encendió en mí el amor por la lectura. Otro libro que leí de niño que reafirmo ese amor es Momo, de Michael Ende. La historia sin fin y El Principito, aunque son clásicos infantiles, no me impactaron tanto como los primeros dos.

En mi adolescencia, durante la época que más problemas tuve con mi papá, leí Un Grito Desesperado de Carlos Cuauhtémoc Sánchez en un día mientras viajaba en camión de Los Mochis al DF, ya había leído Juventud en Éxtasis porque un maestro de la preparatoria llevó varios ejemplares para sus alumnos y en una tienda de la terminal de autobuses compré su otra novela. Los libros de Cuauhtémoc Sánchez para mí son como las palabras de tu tío borracho dichas de manera apropiada en el momento apropiado. Quizá no son las más legibles ni las más sabias, y en el fondo sabes que todo lo que quiere es sacarte dinero para su borrachera, pero esas palabras acertadas te ayudan a hacer una introspección momentánea.

El libro que más amé en esa época de mi vida fue Un Hilito de Sangre de Eusebio Ruvalcaba (que por cierto está en mi lista de libros que quiero volver a adquirir para leer y tener en mi biblioteca permanente). No recuerdo mucho sobre la historia, solo pequeñas porciones, pero lo que si recuerdo es que me atrapó tanto que me encerré en mi cuarto a leerlo, estuve a punto de terminarlo en menos de un día. Pero fue tanta mi concentración (obsesión), que mi familia pensó que estaba adorando al diablo, o algo peor, porque mi papá entró furioso a mi habitación, tomó el libro y lo rompió enfrente de mí. Me imagino cuanta furia ardía dentro de él para poder romper un libro de pasta blanda tan solo con las manos.

La relación con mi familia era muy tóxica y puedo escribir un libro entero sobre ella, y este post ya se alargó demasiado como para ahondar en ese tema. Todo lo que recuerdo es que ver como mi papá, sin siquiera saber de qué se trataba el libro, lo destrozó con tanta furia que eso me hizo amar esas páginas rotas solamente por despecho a mi ese hombre furioso, frustrado y sofocado. Días después, en una librería o tienda departamental no recuerdo con exactitud, terminé de leer las pocas páginas que me faltaban, pero nunca más lo volví a comprar.

Ese libro, pero sobre todo la reacción de mi familia hacía él, me hizo darme cuenta de que si yo no me salía de mi casa alguien iba terminar muerto. Unos cuantos meses después, a los 17 años, me fui por primera vez de su casa, y a los 19 años me alejé por completo de mi familia. Veintiséis años después sigo creyendo que fue la mejor decisión que tomé en ese momento.

BHB